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La pregunta que venía a mi mente una y otra vez era: ¿qué voy a hacer el año que viene?

Eximido del servicio militar

Tenía veinte años recién cumplidos cuando me llegó la citación. Como mi domicilio estaba registrado en Rafaela, tenía que presentarme en el cuartel de Santa Fe para ser incorporado al servicio militar.

Yo era muy delgado y medía 1,80 m, así que un día antes de presentarme tomé un purgante con la esperanza de que, por no entrar en el índice de Pigné (relación peso-altura-perímetro torácico), pudiera librarme. Luego me pesé, me medí, y para mi decepción, todavía entraba. Oré para que Dios me guardara y si era posible me librara de esa actividad militarizada que nada agregaría a mi vida personal y espiritual. Mis padres también oraban. Fui a Santa Fe y me presenté. La orden que recibimos fue:

–¡Desnúdense! Vamos a tomarles el índice de Pigné.

Primeramente me midieron:

–Un metro ochenta –cantó el oficial a cargo.

La altura no me sirvió para salvarme. Me pesaron: 53 kg. El mismo peso que tenía antes de presentarme. Entonces me midieron el perímetro torácico, ¡y el oficial cantó nueve centímetros menos de lo que yo había medido en casa!

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