Читать книгу Más allá del ayer. Misioneros en África para Jesús онлайн

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Pero, aun así, Karl estuvo a la altura. “¡Funciona! Me entienden y yo los entiendo a ellos”, dijo para sí mismo. Y aquello, también, lo llenó de alivio: la barrera lingüística estaba siendo vencida. Y la sensación le resultó sublime: “¡Hablo inglés!”, gritó en su interior mientras su rostro lucía una sonrisa de indisimulable satisfacción.

Los dos caballeros tenían un trato agradable y sencillo. De todos modos, Karl se manejaba de manera formal y muy respetuosa con ellos: al fin y al cabo, se trataba de sus jefes.

“Estos dos eran hombres con experiencia, tenían cargos de alta responsabilidad. Estaban llamados a representar los intereses de la iglesia en el extranjero”, reflexionaba Karl. Al mismo tiempo era consciente de que, como joven principiante, era observado por sus superiores, quienes analizarían sus convicciones, su fidelidad para con la iglesia y su capacidad de enfrentar problemas.

Después de un paseo juntos por la cubierta siguió la prometida cena con el capitán y su primer oficial. Una que, más tarde, Karl calificaría como “todo un éxito”.

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