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¿Cuánto te ha perdonado Dios? ¿Y cuánto lo amas? A mí me ha perdonado mucho. Por eso hoy quiero invitarte para que juntos pidamos a Dios que nos permita conocer cada vez más de ese gran amor, que no merecemos, pero que desesperadamente necesitamos. Ese amor que prefirió sacrificarse antes que abandonarnos.
Gracias, Señor Jesús, porque a pesar de nuestra infidelidad y nuestras rebeliones, tú continúas siendo fiel. Gracias porque con tu muerte en la Cruz nos diste el perdón que no merecíamos, pero que tanto necesitábamos.
3 de marzo
¿Primero el abrazo?
“Muchos recaudadores de impuestos y pecadores se acercaban a Jesús para oírlo, de modo que los fariseos y los maestros de la ley se pusieron a murmurar: ‘Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos’ ” (Lucas 15:1, 2, NVI).
¿Por qué murmuraban los fariseos y los maestros de la ley contra Jesús? Nuestro versículo para hoy nos da la respuesta: porque el Señor recibía a los pecadores.
Sin que se dieran cuenta, cuando esos maestros de la ley declararon que Jesús recibía a pecadores, con sus palabras expresaron la misión que trajo al Señor a nuestro mundo: “Llamar pecadores al arrepentimiento” (Mat. 9:13). Por supuesto, Jesús no los contradijo; más bien, por medio de tres parábolas, confirmó que Dios no solo recibe, sino además celebra con gozo cuando un pecador decide “regresar a casa”. Según el relato de Lucas 15, el hijo menor reclamó la parte de su herencia y abandonó el hogar de su padre. “Cuando todo lo hubo malgastado, vino una gran hambre en aquella provincia y comenzó él a pasar necesidad. Entonces fue y se arrimó a uno de los ciudadanos de aquella tierra, quien lo envió a su hacienda para que apacentara cerdos. Deseaba llenar su vientre de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba. Volviendo en sí, dijo: ‘¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre!’ ” (vers. 14-17).