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Lo que estamos diciendo es que, así como Saulo perseguía a Jesús para destruirlo, también Jesús lo perseguía a él para salvarlo. Todo lo cual confirma, de nuevo, una de las verdades más hermosas de la Escritura: antes de que amáramos a Dios, “él nos amó primero” (1 Juan 4:19).
Además, confirma otra gran verdad: que tu conversión no fue tan repentina como pudieras pensar. ¡Durante mucho tiempo Jesús te estuvo siguiendo los pasos! De manera incesante, sin dar ni pedir tregua, estuvo “aguijoneando” tu corazón, hasta ese día glorioso cuando dijiste: “Señor, ¿qué quieres que haga?” Una obra paciente en la que un maravilloso Salvador poco a poco te atrajo “con lazos de ternura, con cuerdas de amor” (Ose. 11:4, DHH).
Gracias, Jesús, por haber sido tan paciente conmigo. Y porque, a pesar de que te di la espalda tantas veces, de manera incesante seguiste tocando a la puerta de mi corazón. ¿Qué quieres que haga por ti, Señor?
10 de marzo
“Dios proveerá”
“Entonces alzó Abraham sus ojos y vio a sus espaldas un carnero trabado por los cuernos en un zarzal; fue Abraham, tomó el carnero y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo. Y llamó Abraham a aquel lugar ‘Jehová proveerá’ ” (Génesis 22:13, 14).