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Al darle ese nombre, Abraham quería que se recordara, no su gran prueba, su gran agonía, o siquiera su obediencia. No. Solo deseaba dejar para la posteridad el recuerdo de lo que Dios, en su gran misericordia, había hecho en su favor.

¿Puedes recordar ahora mismo una prueba muy dura que hayas vivido? Seguramente, sí. ¿Qué nombre le pondrías? “¿Mi Getsemaní?” “¿Mi Calvario?”

¡Nunca! Ponle un nombre que te recuerde no lo malo que ocurrió, sino lo bueno que Dios fue contigo. Un nombre que, aún en medio de tus mayores pruebas, te recuerde la gran verdad de que Dios siempre proveerá: pan para suplir tus necesidades, un techo para cobijarte, una salida para tus dificultades...

Padre celestial, hoy quiero alabar tu nombre porque eres, y siempre serás, mi gran Proveedor. Y porque cuanto más grandes son mis pruebas, tanto más grande es tu misericordia.

11 de marzo

No es cómo comienzas…

“Procura venir pronto a verme, porque Demas me ha desamparado, amando este mundo, y se ha ido a Tesalónica. Crescente fue a Galacia, y Tito a Dalmacia. Solo Lucas está conmigo” (2 Timoteo 4:9-11).

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