Читать книгу Inés онлайн

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Juana de Arco tuvo que vestirse de hombre para ingresar a las tropas. Tú lo intentaste para ingresar a la universidad. Para honrar a su Señor, ella tuvo que empuñar la espada. Tú, Juana de Asbaje, habrías de conquistar un imperio empuñando la pluma, que resultó tener doble filo y ser la más peligrosa de todas las armas.

Ambas llamadas ¿a servir a Dios?, o a satisfacer sus deseos personales disfrazándolos bajo la candidez de la santidad. Una soñaba con ser un gran guerrero y conquistar su patria y tú con ser un gran bachiller y conquistar las mentes. ¡Ah, cómo entender tus designios, Señor! ¿Por qué las hacéis mujeres si habrás de demandarles las convicciones de un varón?

Qué ironías nos presenta a veces la vida: ambas ilustres damas tuvieron que rendir el mismo tributo: su cabellera. Una lo cortó para entrar en un yelmo y obtener así las victorias que ofrecen las armas, tú para cubrirte con la toca y conquistar así una victoria aun mayor: la que ofrece el conocimiento.

En esto discurrías mientras te desposabas con Cristo en el altar mayor de la capilla del convento de San Jerónimo. Juana, esa soy yo, una doncella honorable: una guerrera. Lo repetías constantemente en tu memoria como dándote valor para lo que estabas a punto de hacer. Sin intuir que la vida tenía reservados para ti títulos aun mayores.

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