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Era un solterón de casi 50 años, campesino. Su ajada piel lucía siempre bronceada por el sol de la campiña siciliana. Vivía en Módica, una localidad cercana a Ragusa. Le llamaban “Peppinuzzo, u’muoricanu” (el Modicano). Tenía dos ocupaciones. A los gritos anunciaba los bandos administrativos de las autoridades políticas. Por ello le apodaban también Peppino “u’vanniature” (el anunciante). Recorría las calles a la oración anunciando las buenas y malas novedades. Como si fuera la campana de un reloj, daba también la hora. Sus gritos estentóreos, a veces, sacudían el alma del pueblo.

Pertenecía a esa legión de típicos personajes públicos pueblerinos, que caracterizaban a una ciudad pequeña como Ragusa. Uno de ellos le competía a Peppino en popularidad. Llamado “Turi u’pazzu” (El loco Salvatore) solía descender, al atardecer, desde las cercanías del cementerio local rumbo a Plaza San Giovanni, blandiendo un largo cayado, a la carrera, mientras gritaba: “tutti murierunnu i turchi, tutti murierunnu” (todos los turcos murieron). Símbolo de la ciudad era un hombre inofensivo, ex combatiente de la guerra Italo - Turca, un conflicto entre Italia y el imperio otomano desarrollado entre 1911 y 1912.

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