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Los inseparables amigos también solían descender hacia abajo del puente que cruzaba por “a Cava de Santa Doménica”, una larga y curiosa hondonada que separaba las colinas donde se erigían las dos Ragusa. Se entretenían con las travesuras propias de los niños. Pero también compartían los sueños y esperanzas de la adultez, generada por la miseria y la falta de oportunidades.
Iannusso fue a buscar a Ciccio un sábado a la tarde y le contó que su pedido de incorporación al Ejército había sido aceptado. Pronto habría de partir. Aunque temeroso, se veía contento. Dejaría de ser una carga para su madre y podría auto sustentarse. Ciccio se alegró por su amigo, pero sintió una profunda preocupación por su propio destino.
Sin embargo, tiempo después, a los dieciséis años, en marzo de 1917, consiguió finalmente su incorporación al Regio Esercito Italiano (Ejército Real), que se encontraba empeñado a fondo en una dramática lucha contra los imperios prusiano y austro húngaro, en la Primera Guerra Mundial.