Читать книгу 522 онлайн

30 страница из 66

La fría “Cartolina postale” (tarjeta postal) que Peppino había entregado a Concetta esa mañana, solamente anunciaba que Ianusso había fallecido, pero no contaba cómo. Su Compañía realizaba tareas en auxilio de los combatientes. Aparentemente le tocó abrir una brecha en los densos e interminables reticulados de las defensas austro húngaras, con la ayuda de fuertes tenazas. Al atravesar esos tendidos metálicos, su cuerpo fue presa fácil del fuego de los francotiradores austríacos. Apostados cómodamente en los flancos, masacraban a voluntad a los intrépidos que osaban rebasar la línea de defensa, sin reparar si eran soldados o trabajadores.

Allí quedó Iannusso. Ahí sucumbieron sus ilusiones. El destino cortó de un tajo cruel las últimas esperanzas de una viuda que se aferraba a la vida de su único hijo.

Don Giovanni se abrazó con ella tiernamente, como si él hubiera perdido a Ciccio. Luego, entre sollozos y con los ojos empapados de lágrimas, posó sus brazos, ya casi sin fuerzas, sobre los hombros de doña Rosa Bocchieri, su esposa. Retornaban a su hogar a vivir dos días más de esperanzas, hasta que regresara el cartero de nuevo.

Правообладателям