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Su debut en tren había sido el viaje de Ragusa a Siracusa, donde arribó luego de largas horas, en esa locomotora a vapor, que al entrar a los túneles lo obligaba a resguardarse del humo que penetraba por todos lados. Sabía que partiendo de Siracusa debía hacer una escala en Roma para cambiar de tren con destino a Udine, donde arribaría dos días después. Un joven de 16 años, sin haber completado la instrucción primaria, siendo que su única experiencia viajera fue descender cerca de 400 escalones para trasladarse a visitar a sus primos en Ragusa inferior, jamás podría dimensionar el camino que había iniciado.

De la estación de Udine partió hacia una unidad del Ejercito Real, desde donde, dos días después de su arribo, lo trasladaron a un campo de adiestramiento militar localizado en la provincia del mismo nombre. Ese billete de tren que, apretado en sus manos cual preciado talismán, le abría el camino hacia su ansiada gloria, aún reposaba junto a sus pertenencias preferidas. Había ingresado al cuartel donde empezaría su preparación e instrucción para el desempeño de las tareas consignadas. Al fin, su sueño se había hecho realidad.

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