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Esa noche fue la más larga de su existencia. Desbordaba de entusiasmo y de esperanzas. Era la hora axial de su vida con su destino y no estaba dispuesto a desaprovecharla. Recordaba las sabias palabras de su padre, Don Giovanni, cuando al ser expulsado de la escuela le dijo: “Ciccio, te equivocaste. El tren pasa una sola vez en tu vida y acabas de dejarlo ir”. Y pensó para sus adentros que el tren estaba llegando recién ahora.

Había transcurrido un mes de un duro entrenamiento militar que lo capacitaba para el combate. Ciccio acariciaba entusiasmado su uniforme que lo llenaba de orgullo. Exhibía una chaqueta, amplia y cómoda y un pantalón de tela gruesa de un color verde gris, con un birrete del mismo tono. Debajo de la chaqueta tenía un chaleco de corte clásico. El pantalón largo, siempre de tela gris verdosa, que tenía cordones ajustados al final, sobre los que llegaban las pinzas para la ropa, era acompañado de botas marrones. Completaba su equipo un casco de acero.

En su pecho lucía con orgullo el “piastrino di riconoscimento”, (carta de identidad militar), que consistía en un estuche metálico rectangular que contenía una cédula de carta, en cuyo frente se consignaban los datos personales del soldado, el distrito militar y la clase a la que pertenecía. Se llamaba “Tessera Militare” (carnet militar) y al dorso figuraban las constancias de haber recibido las vacunas antivariólica, anticolérica y antitetánica.

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