Читать книгу 522 онлайн
43 страница из 66
Se desplazaba con comodidad entre el amplio patio de entrenamiento y el campo adyacente, deslumbrado por el orden, la limpieza y la organización puesta en marcha. Esa maquinaria montada era capaz de albergar, equipar y poner en condiciones de combate a miles de hombres en poco tiempo. Las toscas manos de los jóvenes campesinos, acostumbrados a manejar un arado en tareas agrícolas, empuñaban ahora un fusil, algo absolutamente desconocido hasta ese momento.
Como sastre sabía manejar con firmeza una pesada tijera, que guiaba milimétricamente a través de una línea de tiza trazada en una tela. Sus ojos, atentos y traviesos, eran imprescindibles para enhebrar agujas con una precisión prusiana. Sus manos se hallaban habilitadas para sostener una plancha a carbón sin quemarse. Preparado para construir, para plasmar su incipiente arte, convirtiendo un corte de tela en una vestimenta elegante, ahora estaba obligado a desarrollar tareas más duras y peligrosas. Pero, enfrascado en su juvenil entusiasmo, no tenía condiciones de percibir cuan distinta era la diferencia entre el arte de crear y la obligación de luchar.