Читать книгу Ni una boda más онлайн
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Addie repartió y, una vez que Ford miró sus cartas, se acercó a ella para tomar la bolsa de Doritos y una botella de cerveza.
–Qué asco, Ford –dijo Addie, apartándose–. Apestas.
Él la rodeó con el brazo y metió su cara debajo de su axila. La bolsa de papitas crujió entre ellos.
–Tal vez has estado con Crawford demasiado tiempo como para recordar cómo huele un hombre de verdad.
Con expresión divertida, Addie le estampó un buen puñetazo contra sus sólidos oblicuos.
–Número uno, un hombre de verdad se ducha. Y número dos, gracias a esa apuesta sobre quién podía cruzar más rápido la piscina del centro comunitario, y a que decidiste hacerlo en ropa interior porque según tú era más aerodinámico y, con todo y todo, yo gané, ya sé lo que tienes –se encogió de hombros–. Eh… y no estoy impresionada.
Vaya, tenía que recordar eso.
–¡Teníamos diez años! Eso fue antes de alcanzar la pubertad y, créeme, esa etapa fue generosa –Ford se enderezó y comenzó a deshacer en broma el nudo del cordón de sus shorts de baloncesto–. Te lo voy a demostrar.