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Regresamos a la universidad un domingo: los campesinos disfrutaban en los bailes y todas las personas que nos encontramos parecían dichosas y felices. Yo mismo estaba muy animado, y caminaba embargado por sentimientos de alegría y júbilo.

CAPÍTULO 10

Cuando regresé a casa, me encontré la siguiente carta de mi padre.

PARA V. FRANKENSTEIN

Ginebra, 2 de junio de 17**

Querido Victor:

Probablemente has estado esperando impaciente una carta en la que fijara el día de tu regreso, y al principio estuve tentado de escribirte unas líneas, solo para decirte el día en el que podríamos esperarte… pero eso sería una cruel amabilidad, y no me atreví a hacerlo. ¡Cuál sería tu sorpresa, hijo mío, cuando esperaras una bienvenida alegre y feliz, y te encontraras, por el contrario, lágrimas y desconsuelo! ¿Y cómo puedo, Victor, contarte nuestra desgracia? La ausencia no puede haber endurecido tu corazón frente a nuestras alegrías y nuestras penas. ¿Y cómo puedo infligir dolor en mi hijo ausente? Quisiera prepararte para la dolorosa noticia, pero sé que es imposible. Ya sé que tu mirada estará buscando ahora, en estas hojas, las palabras que te revelarán las horribles noticias…

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