Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн
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¡William ha muerto! El encantador muchacho cuyas sonrisas me encantaban y me animaban, aquel que era tan cariñoso y tan alegre, Victor… ¡ha sido asesinado!
No intentaré consolarte, simplemente te relataré las circunstancias de lo sucedido.
El pasado jueves (28 de mayo), mi sobrina, tus dos hermanos y yo fuimos a dar un paseo a Plainpalais. La tarde era cálida y tranquila, y prolongamos nuestro paseo más de lo normal. Ya casi había atardecido cuando decidimos regresar, y entonces descubrimos que Ernest y William, que se habían adelantado, habían desaparecido. Así que nos sentamos en un banco para esperar a que volvieran. Entonces vino Ernest y preguntó por su hermano: dijo que había estado jugando con él, y que William se había ido corriendo para esconderse, y que lo había estado buscando en vano y que después había estado esperando mucho rato, pero no había vuelto.
Esto nos asustó bastante y continuamos buscándolo hasta que cayó la noche; entonces Elizabeth aventuró que tal vez podía haber regresado a casa. Pero no estaba allí. Volvimos al lugar con antorchas, porque yo no podía vivir pensando que mi querido niño se había perdido y se había quedado a la intemperie, con la humedad y el rocío de la noche; Elizabeth también estaba angustiadísima. Alrededor de las siete de la mañana descubrí a mi pequeño, al que la tarde anterior había visto rebosante de vitalidad y salud: estaba tendido en la hierba, lívido e inmóvil… la marca de los dedos de su asesino estaba aún en su cuello.