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Mientras tanto, la balsa se iba río abajo, dejando muy atrás al pobre Espantapájaros.

—Tenemos que hacer algo para salvarnos —dijo de pronto el León—. Creo que puedo nadar hasta la costa y llevar conmigo la balsa si ustedes se agarran bien fuerte de mi cola.

Acto seguido se lanzó al agua y el Leñador se asió de su cola mientras que el felino nadaba con gran energía en dirección a la orilla. No era tarea sencilla, a pesar de su fortaleza, pero poco a poco salieron de la parte más fuerte de la corriente y entonces Dorothy tomó la larga vara del Leñador y ayudó a impulsar la balsa hacia tierra.

Estaban agotados cuando al fin llegaron a la costa y pusieron pie sobre la verde hierba. También sabían que la corriente habíalos llevado muy lejos del camino amarillo que iba hacia la Ciudad Esmeralda.

—¿Qué hacemos ahora? —preguntó el Leñador cuando el León se tendió sobre la hierba para secarse al calor del sol.

—De algún modo tenemos que volver al camino —dijo Dorothy.

—Lo mejor será marchar por la orilla hasta que lo hallemos —opinó el León.

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