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Claro que el ancho río los separaba de aquella tierra tan hermosa, pero la balsa estaba casi lista, y luego que el Leñador hubo cortado algunos troncos más y los unió con trozos de madera aguzada, ya estuvieron listos para cruzar. Dorothy sentóse en el centro de la balsa con Toto en sus brazos. Cuando subió el León Cobarde, la embarcación se inclinó bastante, pues el felino era grande y pesado, pero el Leñador y el Espantapájaros se pararon sobre el otro extremo para equilibrarla y pudieron partir sin inconveniente alguno.

El hombre de paja y el Leñador impulsaban la balsa con dos largas varas y al principio todo marchó bien; pero cuando llegaron al centro del río la fuerte corriente empezó a arrastrar a la embarcación, alejándola cada vez más del camino amarillo. Además, la profundidad era allí tan grande que las varas no llegaban a tocar el fondo.

—Esto es malo —dijo el Leñador—. Si no podemos llegar a tierra, la corriente nos llevará a la región de la Maligna Bruja de Occidente, que nos esclavizará con sus hechizos.

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