Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн

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Los transeúntes eran numerosos, tanto hombres como mujeres y niños, y todos vestían de verde y tenían la piel verdosa. Al pasar miraban a Dorothy y a su extraño grupo con expresión asombrada, mientras que los niños corrían a ocultarse detrás de sus madres al ver al León. Pero nadie les dirigió la palabra. Dorothy observó que eran verdes las mercancías exhibidas en las numerosas tiendas de la calle. Se ofrecía en venta golosinas verdosas así como también zapatos, sombreros y ropas de toda clase y de aquel mismo color. En un comercio, un hombre vendía limonada verde, y cuando los niños iban a comprarla, Dorothy vio que la pagaban con monedas del mismo color.

Parecía no haber caballos ni animales de ninguna clase. En cambio, los hombres trasladaban objetos en pequeñas carretillas verdes que empujaban ante sí. Todos parecían felices, satisfechos y prósperos.

El guardián de la puerta los condujo por las calles hasta que llegaron a un gran edificio situado en el centro exacto de la ciudad, y que era el Palacio de Oz, el Gran Mago. Ante la puerta se hallaba de guardia un soldado vestido con uniforme verde y luciendo una larga barba del mismo color.

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