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—Gracias —dijo la niña—. Es una amable atención por parte de Oz.

El soldado hizo sonar un pito verde y en seguida se presentó en la estancia una joven que lucía un bonito vestido de seda verde y tenía cabellos y ojos de ese color. La joven se inclinó ceremoniosamente ante Dorothy al decirle:

—Sígueme y te llevaré a tu habitación.

La niña despidióse de todos sus amigos, excepto de Toto, cargó a éste en sus brazos y siguió a la joven por siete corredores y tres tramos de escaleras hasta llegar a una habitación situada al frente del palacio. Era un dormitorio agradabilísimo, con una cómoda cama de extraordinaria blandura y sábanas de seda verde. En el centro del cuarto había una diminuta fuente que lanzaba al aire un chorro de perfume verde, el que caía luego en un tazón de mármol maravillosamente labrado. Había bonitas florecillas verdes en las ventanas y un estante lleno de libros de ese mismo color. Cuando tuvo tiempo de abrirlos, vio que estaban llenos de extrañas figuras verdosas que le causaron mucha risa por lo cómicas.

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