Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн

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—Aquí traigo a unos forasteros que quieren ver al Gran Oz —anunció el guardián de la puerta:

—Pasen —invitó el soldado—. Le llevaré el mensaje.

Entraron por la puerta del Palacio y fueron conducidos a una gran estancia alfombrada de verde y con hermosos muebles de ese color tachonados con esmeraldas. El soldado les hizo limpiarse los pies en un felpudo verde antes de que entraran. Cuando se hubieron sentado, les dijo en tono afable:

—Pónganse cómodos mientras voy a la puerta del Salón del Trono y los anuncio a Oz.

Tuvieron que esperar largo tiempo hasta que regresó el soldado, y cuando éste llegó al fin, Dorothy preguntó:

—¿Has visto a Oz?

—No —fue la respuesta—. Jamás lo he visto. Pero hablé con él mientras se hallaba detrás de su biombo y le di vuestro mensaje. Dijo que les concederá una audiencia si así lo desean, pero que cada uno de ustedes deberá entrar solo y únicamente recibirá a uno por día. Por consiguiente, como han de permanecer un tiempo en el Palacio, los conduciré a las habitaciones donde podrán descansar cómodamente después de vuestro viaje.

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