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La mañana siguiente, después del desayuno, la doncella verde se presentó a buscar a Dorothy y la ayudó a ponerse uno de los vestidos más bonitos, confeccionado con satén verde mar. La niña se puso también un delantal de seda verde y ató una cinta verde al cuello de Toto, luego de lo cual partieron hacia el Salón del Trono del Gran Oz.

Primero llegaron a una gran sala en la que se hallaban muchos caballeros y damas de la corte, todos vestidos con prendas muy lujosas. Estas personas no tenían otra cosa que hacer que hablar entre sí, pero siempre iban a esperar ante el Salón del Trono, aunque nunca se les permitía ver a Oz.

Cuando entró Dorothy, la miraron con curiosidad, y uno de ellos inquirió en voz baja.

—¿De veras vas a mirar la cara de Oz el Terrible?

—Claro que sí —contestó la niña—. Si me recibe.

—Te recibirá —dijo el soldado que había llevado al Mago el mensaje de Dorothy—, aunque no le gusta que la gente pida verlo. Te diré, en un principio se mostró enfadado y me ordenó que te despidiera. Después me preguntó cómo eras tú, y cuando le mencioné tus zapatos de plata pareció muy interesado. Después le hablé de la marca que tienes en la frente y entonces decidió recibirte.

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