Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн

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—Y yo soy Dorothy, la pequeña y humilde. He venido a pedirte ayuda.

Los ojos la miraron meditativamente durante un minuto. Después dijo la vez:

—¿De dónde provienen los zapatos de plata?

—De la Maligna Bruja del Oriente —repuso ella—. Mi casa cayó sobre ella y la mató.

—¿Y esa marca que tienes sobre la frente?

—Allí me besó la Bruja Buena del Norte cuando se despidió de mí al mandarme a verte a ti —repuso la niña.

De nuevo la miraron los ojos con fijeza, viendo que decía la verdad. Luego preguntó Oz:

—¿Qué deseas de mí?

—Envíame de regreso a Kansas, donde están mi tía Em y mi tío Henry —respondió ella en tono ansioso—. No me gusta tu país, aunque es muy bonito. Y estoy segura de que tía Em debe estar muy preocupada por mi ausencia.

Los ojos se abrieron y se cerraron tres veces seguidas, luego miraron hacia lo alto y después al piso, moviéndose de manera tan curiosa que parecían ver todo lo que había en la sala. Al fin se fijaron de nuevo en Dorothy.

—¿Por qué habría de hacer esto por ti? —preguntó Oz.

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