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—Ven conmigo; Oz te manda llamar.

El hombre de paja lo siguió hasta el Salón del Trono, donde vio a una hermosa dama sentada en el sillón de esmeraldas. La dama lucía un vestido de gasa verdosa y tenía una corona sobre sus verdes cabellos. De su espalda nacían dos alas de hermosos colores y tan delgadas que parecían vibrar con cada movimiento del aire ambiente.

Cuando el Espantapájaros se hubo inclinado con tanta gracia como lo permitía su relleno de paja, la hermosa dama lo miró con dulzura.

—Soy Oz, la Grande y Terrible. ¿Quién eres tú y por qué me buscas?

Ahora bien, el Espantapájaros, que había esperado ver la gran cabeza de que le hablara Dorothy, se sintió profundamente asombrado, no obstante lo cual respondió sin desmayo:

—No soy más que un Espantapájaros relleno de paja. Por consiguiente no tengo cerebro y he venido a verte para rogarte que pongas sesos en mi cabeza para que pueda llegar a ser tan hombre como los otros que viven en tus dominios.

—¿Por qué habría de hacer tal cosa por ti? —preguntó la dama.

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