Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн
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—Porque tú eres fuerte y yo débil. Porque eres un Gran Mago y yo sólo una niñita.
—Pero fuiste lo bastante fuerte para matar a la Maligna Bruja de Oriente —objetó Oz.
—Eso fue casualidad. No pude evitarlo.
—Bien, te daré mi respuesta. No tienes derecho a esperar que te mande de regreso a Kansas si a cambio de ello no haces algo por mí. En este país todos deben pagar por lo que reciben. Si deseas que use mis poderes mágicos para mandarte de regreso a tu casa, primero deberás hacer algo por mí. Ayúdame y yo te ayudaré a ti.
—¿Qué debo hacer? —preguntó la niña.
—Matar a la Maligna Bruja de Occidente —fue la respuesta.
—¡Pero no podría hacerlo! —exclamó Dorothy, muy sorprendida.
—Mataste a la Bruja de Oriente y calzas los zapatos de plata que tienen un poder maravilloso. Ahora no queda más que una sola Bruja Maligna en toda esta tierra, y cuando me digas que ha muerto te mandaré de regreso a Kansas... pero no antes.
La niña rompió a llorar ante tal desengaño, y los ojos volvieron a abrirse y cerrarse, para mirarla luego con ansiedad, como si el Gran Oz pensara que ella lo ayudaría si pudiera.