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—¿Qué camino nos llevará hasta la Maligna Bruja de Occidente? —preguntó Dorothy.

—No hay ningún camino —respondió el guardián—. Nadie desea ir a buscarla.

—¿Entonces cómo vamos a encontrarla? —inquirió la niña.

—No será difícil —repuso el hombre—, pues cuando ella sepa que están en el país de los Winkies, los hallará a ustedes y los hará sus esclavos.

—Quizá no, porque tenemos la intención de matarla —dijo el Espantapájaros.

—¡Ah!, eso es diferente —exclamó el guardián—. Hasta ahora no la ha matado nadie, por eso pensé que ella los esclavizaría como a todos los demás. Pero tengan cuidado; es malvada y feroz, y quizá no permita que la maten. Marchen hacia Occidente, donde se pone el sol, y es seguro que la hallarán.

Le dieron las gracias, se despidieron y echaron a andar hacia el oeste por los campos herbosos salpicados de florecillas. Dorothy aún tenía puesto el bonito vestido de seda verde que le dieran en el Palacio; pero ahora, para su gran sorpresa, descubrió que ya no era verde, sino blanco. La cinta que rodeaba el cuello de Toto también había perdido su tono verdoso y era tan blanca como el vestido de la niña.

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