Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн

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Incluso representaba un problema contestar todas las cartas que le enviaban.

La continua producción literaria de Jo y su total entrega al trabajo llegaron a debilitarla. Ella pensaba en su fuero interno que debía mucho a todos aquellos que leían sus obras, pues gracias a ellos había salido de un mal trance. Por esta razón se esforzó en corresponderles mientras pudo.

Pero, cansada físicamente y agotada la paciencia, llegó un momento en que decidió cambiar. Ella tenía derecho a su propia vida. Desde entonces se dedicó más a la familia y no se dejó envolver por la red del éxito que corta toda libertad. Y la libertad era, precisamente, lo que más amaba Jo desde pequeñita.

Consideró haber hecho suficiente con esparcir autógrafos, fotografías y biografías por todo el país. O permitiendo que los artistas merodeasen por su casa buscando sorprenderla en su trabajo. O que las maestras y maestros acompañasen a grupos de colegiales hacia la «mansión de la insigne escritora», de la que todos procuraban llevarse algún recuerdo con aire de triunfo.

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