Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн

732 страница из 1361

―Espero que la jornada te sea fructífera ―le contestó su esposo, que también había estado despachando su correspondencia―. Almorzaré en el colegio con el profesor Plock que hoy nos visita. Los Junglinge van al «Parnaso». De forma que podrás trabajar tranquila.

Besó cariñosamente la frente de su esposa y salió, llevando los bolsillos llenos de libros, una cartera con diversas muestras de piedras para la clase de geología y un viejo paraguas.

―Desde luego, si todos los maridos fuesen como tú, todas las escritoras rendirían mucho más y vivirían más y mejor ―murmuró Jo, saludando afectuosamente al profesor Bhaer, en marcha ya hacia el colegio.

Siguiendo los pasos de su padre, tan cargado de libros como él y con idéntico caminar cachazudo y tranquilo, Rob se encaminó a la escuela.

Observándolos tan iguales y sabiendo lo buenos y pacíficos que eran, Jo sonrió complacida.

―Ahí van mis dos profesores. ¡Dios los bendiga!

Emil ya no estaba en casa. Había regresado al barco. Teddy andaba aún por la habitación, pretextando buscar algo.

Правообладателям