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―Ya que no podemos hablar con ella veamos por lo menos su santuario.

Teddy vio fracasados sus esfuerzos. Su madre iba a ser descubierta. A causa del artista que dibujaba en el jardín no pudo salir por la ventana y ahora sería identificada rápidamente porque acababan de ver su retrato.

La señora Kingsbury miraba todo aquello como si estuviera en éxtasis. Gracias a esto no pudo advertir que el rincón que ella admiraba contenía el butacón del señor Bhaer, con sus cómodas zapatillas al pie, sus habituales cigarros y un montón de correspondencia a él dirigida.

―¡Qué emoción! Parece como si advirtiese en este rincón la presencia de la Inspiración. Niñas, de aquí han salido esas obras maravillosas… que nos han conmovido, que nos han deleitado, que han hecho vibrar nuestra sensibilidad… ¡Qué emoción! Joven, ¿nos permite quedarnos con un pequeño recuerdo? Algo que ella haya tocado. Una pluma, un papel. Cualquier cosa.

En aquel momento, una de las muchachas se acercó a Jo.

―¡Mamá, ésa es la señora Bhaer! ¡Es ella!

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