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Dan montó de un salto. Casi inmediatamente Octto inició un armonioso y rítmico galope a través del prado. Súbitamente, la yegua pareció haber desmontado al jinete, que sin embargo no estaba por el suelo. Luego el jinete reapareció en la silla, para tenderse inmediatamente al otro flanco de manera que pudo verse cómo iba colocado y dónde se sujetaba.

Hizo más aún. En plena marcha montó y desmontó varias veces. Corrió al lado de la yegua, y la mantuvo sujeta de las bridas. Montó con la cara hacia atrás y ejecutó otras muchas habilidades, que demostraban su extraordinaria pericia de jinete.

Si acaso hasta el momento hubiese sido indiferente a Teddy, desde entonces habría contado con la admiración del chiquillo. Pero como Dan había sido siempre el ídolo del «león», aquellas piruetas acabaron de entusiasmarle.

También Jo se animó. Por un momento añoró aquellos tiempos en que era una revoltosa muchacha, que habría corrido a pedir a Dan que le enseñase aquellas habilidades.

―Es realmente maravilloso. Mejor que un número de circo. Me figuro que Nan deberá trabajar mucho componiendo huesos rotos. Lo digo por Tom. Mírale, mírale.

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