Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн

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―Es muy bonita, Dan. Me gusta muchísimo.

―Esa otra de oso pardo para el despacho del profesor.

El señor Bhaer acarició aquel pelaje con auténtica complacencia.

―Esos son trajes de indio. Auténticos. De piel de ante, adornados con abalorios y rabos de raposa.

Un momento después Teddy, Rob, Jossie y la misma Bess estaban más o menos vestidos con aquellos trajes o llevando las clásicas plumas. Teddy estaba armando un ruido fenomenal lanzando grandes alaridos que querían ser indios y bailando a grandes saltos, blandiendo hachas y arcos con flechas.

Dan sacó también una serie de hierbas medicinales, cuyo secreto sólo conocían los indios, delicados y curiosos trabajos en madera, mantas indias de tejido multicolor y originales dibujos, exóticos pájaros disecados, muestras de minerales para el profesor, puntas para hachas y flechas de sílex. Para Laurie había también unos melancólicos cantos indios grabados en unas tiras de corteza de abedul.

También salió la anunciada y esperada cabeza de búfalo. Enorme, majestuosa. Fascinaba por el poder que representaba, aunque a Bess no le hizo ninguna gracia. Para ella había también unos idolillos de barro cocido, policromados con tinturas vegetales.

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