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Nath preveía, deseaba y temía su próxima partida. Por eso aprovechó al máximo las ocasiones de estar junto a Daisy. Faltaban sólo unos siete días para la partida del Brenda, y el tiempo pasaba rápidamente.

Llegó el momento de la partida de Nath. Dan, que ya estaba impaciente por reanudar su vida aventurera, anunció que le acompañaría y que luego marcharía por las suyas.

Por esta doble marcha se organizó un baile de despedida, que se celebró en el «Parnaso».

Tom se presentó ante Nan. Iba radiante de alegría por la oportunidad de bailar con ella. Se había esmerado de tal manera, que parecía un figurín. Pero Nan arrugó la nariz ante su presencia.

―¡Por Dios, Tom! ¿Eres tú quien huele así?

El muchacho enrojeció de placer, porque creyó que era una lisonja.

―Sí. Me he puesto un poco de cosmético para mantener el peinado y… ya ves.

―¿Un poco dices? ¡Si huele que apesta! Te habrás puesto un tarro, ¡seguro!

La sonriente cara de Tom se cambió instantáneamente por otra de aturdimiento. Tímidamente balbució:

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