Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн

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Aunque con ellas hablase poco, le encontraban simpatiquísimo. Le llamaban el «español», debido a sus ojos negros y a su tez morena. Pero Dan no se sentía expansivo.

Los paseos a caballo o en barca, las excursiones, las veladas musicales, algún baile al aire libre y las representaciones teatrales se sucedían en cadena. Nunca faltaba motivo de diversión y distracción.

Incluso Bess, por complacer a su padre, dejó de pasar horas y horas modelando en el estudio y colaboró activamente en las diversiones comunes. Pronto adquirió mejor color por aquella vida al aire libre.

Teddy se estaba revelando como un jinete de innatas condiciones y, en cuanto le dejaban, intentaba una y otra vez emular las exhibiciones de Dan con su montura.

Quien salía ganando era Jossie, que se veía libre de las travesuras y pullas del muchacho pelirrojo.

Rob, siempre pacífico, encontró amplia ocasión para practicar en la fotografía. Armado con su cámara y trípode, se fue ganando la admiración de todos por las cada vez más logradas fotografías, en las cuales ponía el gusto de un artista en la selección y composición, y el cuidado de un técnico en el revelado. Su modelo favorita era la lindísima y espiritual Bess.

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