Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн
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―El agua se empleará en lo que sea más conveniente. Tú tendrás tu ración como los otros. El capitán tendrá la suya y usaremos la mía para ayudar a su curación.
―Cuente usted conmigo ―se adhirió otro marinero.
―Y conmigo ―añadió otro de los tripulantes del bote.
El incidente estaba zanjado por el momento. Sin embargo, Emil se daba perfecta cuenta que debía mostrarse inflexible si quería mantener el orden en aquella pequeña embarcación, caso de que el agua escaseara de verdad. Si el pánico cundía, aquellos rudos marinos podrían convertirse en seres peligrosos.
Una solución era mantener elevada la moral. Demostrar una seguridad absoluta en la salvación de todos. Estar alegre. Esto ayudaría también a tranquilizar aquellas dos mujeres de cuya salvaguardia era ahora el encargado.
Pasó el primer día y la primera noche en forma satisfactoria. Sin embargo, al segundo día empezó a cundir el desánimo. El malhumor era patente, el desaliento crecía. Se discutía… Se presentaba resistencia a remar por parte de los marineros.