Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн
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Al tercer día, el agua era escasísima y su necesidad imperiosa, batidos como estaban por aquel sol de fuego. Emil, pese a que en tres días apenas probó el líquido vital, propuso que todos los marinos renunciasen a la mitad de su ración en favor del herido y de las mujeres.
La reacción de la mayoría fue negativa. Las privaciones habían despertado en ellos los instintos primitivos y alejado todo sentimiento humanitario.
Vencido por el cansancio, porque estaba sin dormir desde la noche antes del incendio, Emil cedió la guardia a un marinero de su confianza.
Aprovechando que entonces no los podía ver, dos de los tripulantes del bote se abalanzaron sobre el barrilillo del agua, del que se bebieron todo el contenido. Luego cogieron una botella de ron que apuraron totalmente también.
Alertado por María, Emil intervino rápidamente, pero sin poder evitar la pérdida total del agua.
Aquellos dos rebeldes marinos le hicieron frente, enardecidos por el alcohol. Emil derribó a uno de ellos. El otro, perdidas sus facultades a consecuencia del ron ingerido, se lanzó de cabeza al agua en la que se debatió unos momentos tratando de nadar sin conseguirlo. Se intentó ayudarle, pero fue inútil. Su cuerpo se hundió en las profundidades del mar.