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Porque Dan ¡estaba en la cárcel!
Mientras en Plumfield se celebraba la Navidad, el muchacho estaba solo en un calabozo, esforzándose por leer en la penumbra aquel librito que ella un día le regaló.
Las lágrimas que se le escapaban no eran de dolor físico. Las producían aquella sencilla y aleccionadora historia que con tanto interés leía, y todo lo que acudía a su mente.
La causa de que se hallara en aquel lugar había que buscarla en su naturaleza indómita, y puede explicarse en forma breve.
Durante el viaje, Dan trabó conocimiento con un joven simpático y expresivo. Le interesó especialmente porque explicó que se dirigía a Kansas para reunirse con unos hermanos suyos. Aquél era precisamente el destino de Dan.
El viaje era largo y pesado. Había tiempo para todo. No es raro, por tanto, que saliera una baraja y se organizara en seguida una partida.
Dan, fiel a su promesa, se abstuvo de tomar parte, pero viendo que el joven e imprudente compañero de viaje exhibía una repleta cartera de dinero decidió estar alerta. Porque dos de los jugadores no tenían muy buena catadura.