Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн
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―Dan es así, mamá. No dice nada y de pronto aparece siendo propietario de una mina de oro.
―Tal vez esté en Montana. Lo de los indios parecía atraerle más que lo de la granja en Kansas ―sugirió Rob, que ayudaba a su madre a despachar la numerosa correspondencia recibida.
―Sin embargo, insisto. Tengo el presentimiento de que algo malo le ha ocurrido.
―Si es así pronto lo sabremos. Las malas noticias viajan rápidas. Mientras, escucha lo que cuenta Nath en su carta.
Leyó el profesor la brillante descripción que en su carta hacía Nath de las reuniones literarias y musicales a las que había tenido ocasión de asistir. De los esplendores de la Ópera, de las atenciones de sus nuevos amigos, de lo mucho que le agradaba estudiar bajo la dirección de un maestro como Bergmann. También hablaba de sus esperanzas de ganar dinero y gloria y de su eterna gratitud hacia los que hacían posible tanta ventura.
Jo se alegró.
―Ésas son buenas noticias. Me alegro de verdad.
―Esperemos que todo eso no se le suba a la cabeza. No faltan tentaciones de todas clases, que Nath deberá aprender a resistir ―contestó el profesor.