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La continuación tuvo un reflejo en lo económico. Obligado a obrar de acuerdo con la supuesta personalidad creada dejó la modesta pensión en la que inicialmente se alojara.

Además, debía corresponder a las amables invitaciones de sus nuevos y ricos amigos con otras invitaciones no menos rumbosas.

De todo esto, como es natural, nada decía en sus cartas. Contaba sus éxitos en sociedad, pero no la carrera de gastos en la que se había metido.

En Plumfield se analizaban sus cartas y se discutía sobre él.

―Ya lo dije. No está acostumbrado a manejar dinero. Se estropeará ―se lamentaba el profesor.

―La cantidad le puede parecer enorme a él, pero no lo es, ni mucho menos. Esperemos aún que la vida le dé una lección. Estoy seguro que no adquirirá deudas. Es demasiado honrado ―aseguró Laurie.

Nath tenía momentos en que veía claramente que no obraba bien. Pero aquella vida era muy atractiva.

―Este mes, y no más. Al mes próximo, vida de estudio y sacrificio. Debo hacerlo y lo haré.

Pero no ponía en práctica los buenos propósitos.

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