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Inmediatamente salió de aquella casa para no volver más.
Poco después, un compañero de estudios le anunció su inmediato viaje a América, pidiéndole la dirección del profesor Bhaer para visitarle.
―Me presentaré como amigo tuyo y me atenderá. Sobre todo cuando sepa que siempre nos divertimos juntos.
―Verás…, es que… ―balbució Nath.
Aquello era un pequeño problema. Porque aquel amigo era muy capaz de contar todo cuanto hacía, y Nath no lo deseaba. Para salir del paso sólo había una solución.
―Toma, ésa es su dirección.
Y se la dio de tal manera que no era probable que consiguiese localizar al profesor por mucho que lo intentase. Pero cuando las preocupaciones de Nath tomaron incremento alarmante fue al llegar a casa.
―¡Dios mío, qué es eso!
Eran facturas. Montones de facturas que ante la proximidad de fin de año le habían sido enviadas para que atendiese su pago. Modestas unas, de mayor importe otras, entre todas formaban una considerable cantidad, que aterró a Nath.
―¡Qué locura! ¿Cómo soluciono ahora eso?