Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн
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―Entonces… ¡no sé!
―Os he preguntado eso ―afirmó Jo― sabiendo bien la respuesta. Lo supeditáis todo en la vida al casamiento. Pero ¿y si no os casáis? No pensáis bien. Vuestros proyectos deben prever la posibilidad de quedaros solteras, lo cual no debe aterraros. No es ninguna deshonra y en este estado podéis ser muy útiles a la sociedad y a vosotras mismas.
―¡Vaya panorama halagador! ―bromeó una chica.
―Pues es halagador de verdad. Elevarse y cultivarse una misma y servir y ayudar a los demás son motivos suficientes para llenar una vida. Aparte de que en ocasiones se encuentra el premio. Por ejemplo, yo misma, y sin merecerlo. Cuidé durante un tiempo a una vieja algo rara. Interiormente me consideraba desafortunada, pero me esforcé siempre en ser amable, cortés, educada. La traté con cariño, con atenciones… y la viejecita me dejó esta finca cuando yo no lo podía ni siquiera imaginar.
―¡Qué gracia, por una finca así también me sacrificaría yo! ―rio una.
―Pero hay que hacerlo sin esperar premio. Simplemente, tener dispuesta la rueca que Dios ya mandará el lino.