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De forma muy espaciada habían recibido últimamente noticias suyas. Por toda dirección, para que le contestasen, les había mandado la de «Casa de la señora Mason. Para entregar a…»

La última carta, llegada en septiembre, decía:

«Por fin me encuentro nuevamente aquí, probando fortuna con lo de las minas aunque por poco tiempo. He desechado la idea de la granja y pronto os daré cuenta de mis planes. Estoy bien de salud, muy ocupado y contento. D. K.»

Al decir Dan «contento» quería decir libre. Porque habiendo cumplido su condena buscó el contraste de un trabajo muscular que le rehiciese del largo encierro. Gozó lo indecible luchando con un pico contra la roca.

También halló placer en trabar amistad con aquellas rudas y sencillas gentes que no conocían su pasado y en ir regenerándose poco a poco.

Había llegado el mes de octubre. Caía el agua a torrentes y Jo estaba removiendo los cajones. Sacó una repleta carpeta con una anotación: «Cartas de los chicos.»

―Hace más de un mes que no ha escrito. Tiene tiempo sobrado de contar todos sus planes, que me gustaría conocer.

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