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Ambos le cuidaron solícitamente y se esmeraron cuanto pudieron. Además, escribieron con frecuencia a Plumfield. En las cartas no sólo dieron noticias del estado de Dan; Teddy incluyó en ellas vivas demostraciones de arrepentimiento por haberse ido sin el permiso materno.

Aquellas cartas calmaron el enojo de los padres. Especialmente, cuando en una de ellas Ted contó que las primeras palabras conscientes de Dan, al recobrar el conocimiento, fueron: «¡Hola, Ted!».

En una de sus cartas decía Laurie:

«Dan está muy cambiado, no por el accidente y enfermedad, sino por algo ocurrido antes. No sé qué puede ser, aunque tú lo descubrirás pronto. Ha envejecido bastante, pero su carácter es mucho mejor. Me conmueve ver la forma cómo mira a Ted, al que aprecia muchísimo, tanto que la presencia del chico le ha ayudado a curarse. No desea hablar del último año pasado, dice tan sólo que tuvo un fracaso. Otra cosa curiosa es que antes le molestaban las expresiones de afecto. Pues bien; ahora le encanta que la gente le tenga en buen concepto; le place sentirse alabado a todas horas, como si tuviera necesidad de oír decir a los demás que él es una buena persona.»

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