Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн
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Hablaba poco. No tenía grandes deseos de hacerlo y, ayudado por Jo, se excusaba en el médico que le recomendaba no se cansase. Sólo los viejos amigos podían visitarle, pese a que eran muchísimos los que deseaban hacerlo.
Cuando le hablaban de su proeza contestaba:
―Cualquiera en mi lugar habría hecho lo mismo. No podía dejar morir a aquellos hombres. No tiene importancia.
Una tarde que estaban a solas, Jo le preguntó:
―¿Acaso no es agradable pensar que has devuelto esposos, padres e hijos a mujeres que los amaban?
―Sí. Es muy agradable pensar eso. Porque lo es. Consuela pensar que veinte vidas compensan con creces el haber…
Dan se calló de repente, y se mordió los labios. Hablando bajo el impulso de una fuerte emoción interior había estado a punto de delatarse.
Jo quiso aprovechar la oportunidad para sonsacarle.
―Es algo maravilloso eso de haber salvado vidas con riesgo de la propia.
―«Quien pierde su vida, la salvará» ―murmuró Dan.
Aquella máxima sorprendió a Jo. Era extraordinario oírla en boca de Dan.