Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн

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―¿Cómo?

―Se calmó instantáneamente y me suplicó una y otra vez que no le pusiera las esposas. Te aseguro que era horrible oírle pedir que le trajesen a Plumfield para morir en paz aquí.

―No me angusties con esos presagios, Laurie. Dan no morirá aún. Vivirá, y, si ha hecho algo malo, se arrepentirá. No me importa que haya faltado a los Diez Mandamientos. Le seguiré queriendo e igual te sucederá a ti, y juntos le ayudaremos a levantarse para que se convierta en un hombre de provecho. Puede haber hecho algo malo, pero no está pervertido. No digas nada a nadie y dentro de poco me lo habrá contado todo. Estoy segura de ello.

Esta conversación pudo tener efecto gracias a que los demás estaban pendientes de Teddy. «El león» lucía unas magníficas botas de vaquero, de cuero repujado, con espuelas de plata, y se cubría con un amplio sombrero de cowboy. Sus ademanes estaban de acuerdo con su atuendo.

Pasaron unos días de quietud y tranquilidad para Dan. Los solícitos cuidados de Jo y la reconfortante alimentación le iban animando físicamente.

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