Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн
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La perdió primero con su crimen. Ahora perdía la posibilidad de tenerla cerca con la marcha de Bess a Washington.
Si fácil fue convencer a la inocente muchacha, en cambio Ted no se daba por satisfecho con tanta facilidad.
Estaba fuera de sí por la extraordinaria reserva de Dan. En vano Jo le había prohibido terminantemente que molestase a Dan con preguntas; alegando que su debilidad aconsejaba no charlase demasiado. La perspectiva de la próxima marcha de su héroe decidió definitivamente al «león».
Deseaba obtener una clara y satisfactoria versión de las aventuras que había vivido, y que él imaginaba extraordinariamente emocionantes.
Esa idea la sacó a través de algunas palabras oídas al propio Dan cuando estaba delirando.
Así, aprovechando un momento en que estaba poco vigilado, le interpeló directamente:
―Siempre te he tenido por mi mejor amigo.
―Es una satisfacción para mí, Ted.
―¿No lo eres, acaso?
―Estoy seguro. A ningún otro hombre aprecio más.
―Eso pienso. Por esto me atrevo a pedirte que me cuentes con detalle todas tus cosas.