Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн

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―¿Pero quién fue el que escapó?

―Supongo que me refería a Blair.

―Saqué la impresión por tus palabras que hubo una lucha. ¿La hubo?

―Efectivamente.

―En la lucha mataste a alguien. ¡Oh, no quiero decir que fueses malo, no! Yo sé bien que en aquellas tierras es necesario responder a la violencia con la violencia. Tú no asaltaste diligencias, ni robaste ganado, de eso estoy seguro. Pero a lo mejor ayudaste a colgar algún cuatrero. O tuviste que liquidar algún bribón…

Aunque Dan procuraba aparecer burlón no pudo evitar una ligera, contracción en su rostro y apretar los puños con fuerza al decir Teddy estas palabras. El muchacho lo notó instantáneamente.

―¡Ah, es eso! No puedes negarlo. Estaba seguro que acabaría sabiéndolo. ¿Por qué no me lo cuentas con detalle? A menos que lo hayas jurado… Dime, Dan.

―Así fue. Lo juré.

El muchacho quedó decepcionado.

―Si juraste no contarlo, no lo cuentes, claro está. Pero por lo menos podrás decirme a cuántos mataste.

―A uno solo.

―Debía ser un malvado, ¿verdad?

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