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La madrastra continuó durante algún tiempo en Sevilla. Entonces, abandonó la península resignando dieciséis años de su vida en Castilla, parte de la descendencia tenida con Fernando, los señoríos y otras propiedades que Alfonso X le permitió preservar.

Juana regresó a su condado francés –que había heredado en 1251– y en alguna fecha entre 1260 y 1261 se casó con Juan de Neslé, señor de Falvy y de La Hérelle. Sus deberes como condesa no fueron muy prolijos en cuanto a la administración y repartimiento de propiedades. Cuando murió, en 1279, su tan preciado Ponthieu se encontraba rebasado por deudas e inmerso en un litigio por derechos legales sobre tierras que había entregado.

Cuando la francesa hubo partido de Castilla, la siguió su amoroso hijastro. Pero Enrique la abandonó a mitad de camino. Le pareció más seductor concretar una venganza contra su hermano Alfonso X, que lo había despojado de un ilusorio reino, en vez de continuar prodigándose goces con la viuda de su padre.

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