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Las rentas que el heredero comenzó a percibir le permitieron disponer de una corte de primer orden. En ella se codeaba con hidalgos castellanos. Uno de los principales era Juan García, hijo de quien había sido su ayo y compañero de infancia en sus días en Villaldemiro y Celada, quien más tarde se convertiría en uno de sus más destacados colaboradores.

Esta corte pretendía emular a la que –según lo relatado por su madre– había rodeado al emperador Federico II. Y era un preanuncio de la opulencia que Alfonso ostentaría a partir de 1252 después de ser proclamado rey.

El heredero se convirtió en un personaje muy famoso en el reino. A diferencia del entorno regio de su padre, en su corte vivían trovadores, artistas plásticos, músicos y hombres de letras a los que comenzó a patrocinar. Con sus cortesanos practicaba deportes, como la cetrería y otras formas de caza, aunque el ajedrez y los dados eran prioritarios en sus momentos de ocio. También por las tardes, tras la comida o en las noches pasaba largas veladas durante las cuales se danzaba, se contaban chismes, se galanteaba a las damas, se cantaban las últimas trovas de Provenza.

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