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Iniciaba mayo cuando Alfonso entró pacíficamente en Murcia. Siguiendo lo pactado en Alcaraz, le fue entregada la fortaleza de la ciudad y posteriormente ocupó las villas, castillos y demás fortificaciones del reino, algunas de las cuales donó a la Orden de Santiago.

Aunque sin derramar sangre, con esta campaña el futuro rey empezó a transitar el rumbo expansionista iniciado por su padre.

Una esposa como garantía de paz

Esto llevó a Castilla y Aragón al borde de la guerra.

En nombre de su padre, el 26 de marzo de 1244 el infante se encontró con Jaime I en la localidad murciana de Almizra. Allí sellaron un tratado en el que fijaron un límite en los territorios ganados por cada parte, pero no se resolvieron todos los problemas de frontera existentes entre ambos reinos. Las relaciones quedaron tensas. Y ante la falta de un pacto de paz y amistad, que recién firmarían en 1250, en el trato se impuso una garantía de cumplimiento de lo convenido. Esa garantía fue dejar por escrito el matrimonio de Alfonso con la infanta Violante de Aragón, matrimonio que se mantenía apalabrado desde 1240.

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