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Luego de eso, Alfonso se encargó de entregar la tenencia y señorío de una serie de castillos y villas murcianas a sus más directos colaboradores castellanos. Y después emprendió la campaña con la que conquistó territorios de los arráeces que habían rechazado el acuerdo de Alcaraz. De ese modo, a lo largo de 1244 las ciudades de Mula y Lorca quedaron bajo el dominio castellanoleonés.

Faltaba conquistar Cartagena. Menos pacíficamente, en la primavera de 1245 Alfonso se apoderó de esa ciudad cercándola por tierra y por mar, para lo cual recurrió a una flota de naves cántabras y marineros oriundos de Santander.

Tras esa campaña, Fernando III convocó a su primogénito y a otros dos de sus hijos: Fadrique y Enrique. Había que sitiar la estratégica ciudad de Jaén. Eso iba a permitirle concretar su objetivo de tomar Sevilla.

El asedio a Jaén se inició en 1245 y los castellanos debieron repeler los ataques con los cuales los moros se resistieron. No obstante, a fines de febrero de 1246 el rey de Granada Muhammad I terminó rindiéndose. Entregó a Fernando la ciudad y firmó un pacto de vasallaje que iba a durar casi veinte años.

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