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El infante Alfonso no había participado de todas esas campañas. Su momento llegó en 1243, cuando Fernando III retomó las expediciones contra Andalucía. A comienzos de ese año, el rey de Murcia, Muhammad Ibn Hud, le envió un emisario para informarle que entregaba al monarca castellano Murcia y todas las villas y castillos de ese reino a cambio de protección. No le importaba renunciar a la independencia y a parte de sus rentas convirtiéndose en su vasallo. Quería evitar ser destronado por otros caudillos murcianos o invadido por Aragón o por Granada, donde gobernaba el rey Ibn al-Ahmar (1194-1273), fundador de la dinastía nazarí que le era adverso.

La enfermedad de Fernando solía imposibilitarlo. Por eso encargó a Alfonso la toma de Murcia. Su primera misión conquistadora.

En abril de 1243, el heredero lideró un ejército hacia ese reino. Antes de llegar, en Alcaraz, firmó un pacto con el emisario de Muhammad Ibn Hud y los arráeces o caudillos moros de varios lugares murcianos y valencianos. Estos se comprometían a entregar a Fernando III todas sus fortalezas y las rentas de sus señoríos, auxiliarlo en la guerra y pagarle tributos en tiempos de paz. Así, el rey castellanoleonés fijó un protectorado que le permitiría instalar guarniciones, nombrar a un merino mayor –funcionario con amplias facultades judiciales– y asegurar la implantación de poblaciones cristianas en esos territorios.

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